Buscando un documental en Movistar+ que no encuentro, he llegado a este que me ha parecido muy interesante. Consta de dos capítulos de unos 30 minutos cada uno y os recomiendo verlos.
Están realizados junto con la Fundación Gasol de la que os dejo su enlace, pues hacen una gran labor por la salud infantil que desconocía.
Es muy recomendable verlo como adultos, las cifras actuales que aportan dan miedo, el aumento de casos de obesidad, de diabetes en niños y otras enfermedades.
Se habla de la vulnerabilidad de aquellas personas con menos recursos ya que es cierto que este tipo de comida es más económica. Afirman que "el código postal influye en la variedad de la alimentación de la gente". Yo conozco de primera mano cómo organismos y fundaciones que ayudan a determinada población, les dan alimentos procesados porque se conservan más tiempo y es más barato. Por ejemplo con una bolsa de bollos, una familia tiene para almorzar los peques un par de semanas, en cambio si les diesen fruta no les duraría tanto.
Hacen hincapié en la desaparición de nuestra dieta mediterránea, esa que era ideal, en el incremento del uso de comida ultraprocesada a la que ni siquiera se atreven a llamar alimento, de la comida rápida, y de la adicción a estos alimentos y al azúcar que contienen. También destacan la cantidad de azúcar que contienen muchos alimentos y que ni lo sabemos. Y destacan el consumo de refrescos y de bebidas energéticas que afectan al sueño, a la salud mental y más y que cada día son consumidas por niños de menor edad. Tratan de la relación con la comida de forma no adecuada: por ansiedad, por aburrimiento,...
Pero no solo la mala alimentación es lo que está haciendo que "esta generación sea la primera que va a vivir menos que sus padres". El sedentarismo por el uso de pantallas, el comer delante de pantallas que acelera el apetito porque no soy consciente de la alimentación en ese momento porque estoy pendiente de otros estímulos. Pero también el sedentarismo en general, la falta de calle, de naturaleza, de movimiento,...
Y qué decir del poder de la publicidad en estas mentes que están en desarrollo y que todavía no son críticas. Pero como bien ha dicho un publicista "nosotros publicitamos lo que está permitido por ley". Y esos famosos, cantantes, deportistas, actores o influencers que anuncian este tipo de comida, son sus referentes y a ellos les siguen y les escuchan.
En España habría que darle un peso importante a este tema, que además nos evitaría gastos futuros, pero qué vamos a pedir cuando todos los que estamos en centros escolares vemos qué les dan de comer a los niños (otro melón que hay que abrir), desde luego nada que a mí me gustaría que me diesen para comer.
En Aragón se tuvo una iniciativa muy buena que fue el "Programa escolar de consumo de frutas, hortalizas y leche en colegios de Aragón". A través de él uno o dos días por semana, llegaban a los coles fruta, hortalizas, frutos secos y leche (no todo a la vez) y la verdad es que los peques esperaban el día que teníamos marcado en el calendario y todos consumían lo que se traía y a los que les costaba más la conocían, la olían, la probaban,... Además, todo era producto de cercanía, valorando así nuestro entorno y lo que se produce. Pero como todo en educación, este programa ha sufrido muchos recortes y cada vez llega más tarde, y peor. Recuerdo cuando comenzaba en septiembre, qué pena.
Mi experiencia personal durante mis épocas de bajas que conllevan reposo es lo fácil y rápido que se sube de peso. Sedentarismo y comida por ansiedad o aburrimiento. Pero yo soy mayor y consciente de qué he hecho y cómo tengo que remediarlo, nuestros peques no saben por sí solos y debemos de enseñarles.
Quiero hacer referencia a otro factor citando al gran maestro Tonucci y sus ciudades amigas de la infancia (os dejo el enlace abajo junto a una imagen del autor y otro enlace de Unicef), sin peligros y con zonas donde los niños puedan moverse y jugar como lo hacíamos nosotros de pequeños.
Los que tenéis ya cierta edad como yo seguro que os acordáis salir del cole y bajar a la calle a jugar con los vecinos, la cantidad de columpios que incitaban al movimiento (ahora se considerarían extremadamente peligrosos), las zonas verdes que había o simplemente terrenos de arena donde con unos palos nos hacíamos unas porterías (en mi barrio el mejor era donde casualmente ahora se encuentra mi colegio), las actividades a las que nos apuntábamos por diversión y que por supuesto nuestros padres podían pagar (alucino con los precios de los clubs de fútbol y de algunas extraescolares).
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