domingo, 17 de marzo de 2024

¿LA INCLUSIÓN ES DE VERDAD?

    


     Os comparto por aquí mi última colaboración en la revista Ducibus. Os recomiendo entrar en su web y leer todas las colaboraciones en los diferentes números (ya van seis) pues siempre son muy interesantes. Gracias Diego por dejarnos hablar en tus páginas. 


     Dice Coral Elizondo que “la educación inclusiva es una necesidad, en una sociedad diversa, en una sociedad cambiante y globalizada como es nuestra sociedad, dar respuesta a todo el alumnado dentro del aula no sólo es posible, sino también necesario y urgente” y comparto con ella totalmente la idea, pero el problema viene cuando aterrizamos en nuestras aulas. 

    Quiero señalar lo primero de todo que estas líneas que siguen son mi reflexión personal que puede ser la misma que la tuya que me estás leyendo o no porque somos diversos como nuestros niños y ahí radica la riqueza. 

     Todos conocemos las diferencias existentes entre las aulas de Aragón debido a localización o situación geográfica, al barrio en el que se encuentren, a la población que acude al centro, pero todos somos conocedores que esas diferencias condicionan en parte al alumnado, al dónde y en qué condiciones viven, al cómo se desarrollan y a cuáles son sus características individuales. 

     Incluir es atender a las diferencias individuales de todos nuestros pequeños por igual, pero todos tenemos claro que hay niños que por diversas circunstancias nos necesitan más que otros y necesitan más recursos personales, ambientales y económicos que los que necesitan otros. 

     En ocasiones necesitan materiales específicos para ayudarles en el desarrollo de sus capacidades (que por otro lado suelen tener un coste económico elevado) y no existe una dotación extra para ellos en los centros escolares para poder costearlos. O recursos personales como son los auxiliares de educación especial que este curso hemos comenzado con una dotación escasísima para las aulas que los necesitan y parece que sea una “figura en peligro de extinción”.  

     Y esto es inclusión, es ayudar a los niños que lo necesitan con unos medios, unas personas que pueden atender sus necesidades concretas y desde la administración no se está haciendo. 
 Pero imaginemos ahora un aula concreta de un centro de atención preferente a alumnos con necesidades educativas especiales derivadas de un trastorno del espectro autista. Supongamos que en ese aula del segundo curso de educación infantil hay matriculados 20 alumnos, 6 de ellos con desconocimiento del castellano, un alumno con TEA y un alumno con discapacidad visual. 

     ¿Qué hacemos con los primeros? Estos parecerían los más sencillos de atender, así que buscamos recursos orales y visuales, pedimos colaboración a los compañeros de audición y lenguaje,… pero en determinadas zonas donde a los colegios acuden gran número de alumnado con desconocimiento del castellano, ¿no habría que dotarles de algún especialista que supiese cómo enseñarles? Y todos tenemos muy claro que los niños al final “sobreviven”, por imitación funcionan y van aprendiendo el idioma, pero van perdiendo parte de los saberes en el camino y todo podría ser más fácil emocionalmente para ellos. Además algunos de estos niños están recién llegados de sus países de origen y son muchas las adaptaciones que tienen por delante para su corta edad, en muchas ocasiones el choque cultural es grandísimo. 

     Otra cuestión a señalar dentro de este mismo centro en el que nos situamos es una cuestión de ratio de alumnado. Las llamadas aulas TEA cuentan con un número máximo de 7 alumnos para que puedan ser atendidos en óptimas condiciones por el personal asignado en la misma, pero la realidad es que muchos centros tienen ratios superiores y no se incrementan los recursos personales por lo que esa atención se ve mermada y en mi opinión, estamos privando a los niños de sus derechos. 

     Y otro aspecto relativo a esto es la puntuación al profesorado de cara a concursos públicos como puede ser el concurso de traslados. Las personas del aula TEA obtienen el doble de puntuación por ser catalogados como plazas de especial dificultad, mientras que los tutores que en sus aulas cuentan con estos niños durante más horario lectivo que los primeros y sin la formación adecuada en muchas ocasiones, no son catalogados del mismo modo, lo que hace una diferenciación entre compañeros del mismo centro considerable. 

     Quiero hacer aquí un inciso y destacar la labor del Centro Aragonés para la Comunicación Aumentativa y Alternativa (ARASAAC) que cuenta con múltiples materiales que nos hacen más sencillo el trabajo con este alumnado. 

Pero volvamos a situarnos en esa aula planteada. Tenía también un alumno con discapacidad visual que además también desconoce el castellano y ha sido escolarizado por primera vez al comienzo de este curso y que recibe un acompañamiento desde la ONCE de entre 4 y 6 horas de las 25 que permanece en el aula. Necesita materiales específicos para él que suelen ser bastante costosos económicamente y como viene siendo habitual, no existe una dotación específica para ello. Pero también tiene asignada una auxiliar de educación especial para que lo acompañe y ayude cuando sea necesario en el aula y como ya he mencionado anteriormente, este curso no se está dotando a los centros de esta persona tan necesaria. 

     Pero, ¿y qué hacemos como docentes responsables? Intentamos formarnos buscándonos nosotros los medios a través de cursos, jornadas, charlas, lecturas de libro y todo ello normalmente con un desembolso económico de nuestro bolsillo. 

    Y todo ello a qué nos lleva, pues al descontento del profesorado que se ve sin la formación necesaria, sin los recursos que tendrían que existir, sin materiales para atender a estas necesidades individuales del alumnado, sin apoyo por parte de la administración y tiene la sensación de abandono. 


     Es muy triste, pero LA INCLUSIÓN SIN INVERSIÓN NO ES POSIBLE y debería de ser el alma de todo el proceso. 

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